Gutana (Guadua hermenensis Pseudo)

Aunque en un principio se la considera de la familia de las poáceas, la gutana es una excepción que puede entrañar una familia propia. Crecida en el guadual es reconocida como uno los mitos perdidos de algunas de las religiones de la sierra central andina. Su ritmo de floración y brote es de un ciclo completo de 120 años y se supone que era cortada en segmentos y pulida hexagonalmente. Después se ofrendaba con otros minerales.
La gran expectación que crea la gutana se debe a que supone un cambio radical dentro de la concepción de la cristalización de los azúcares dentro de cualquier orden vegetal. Es el milagro geológico de producir una fosilización inversa. Con formas de esmeralda se descompone en una turba que casi no se agota y de ella, si se la preserva bien, un fertilizante mediocre.
Su ciclo tan dilatado hace suponer que la cristalización de los minerales nace del mismo centro de la gutana y cuando se despeja de la última brizna de vegetal, se ha secado. No siempre es el poblado más cercano el primero que se entera de este nacer de una esmeralda de dos metros de altura y quince centímetros de grosor. Leñadores y guaqueros dan cuenta de la frondosidad. En ella el encuentro repetido, como el amoroso, es más propicio y ya no disfrutan de saber que hay una caña sin penacho, curvada como aseguran que se curva la luz. El eco o el brillo de la gutana lo delata. Dicen que las aves no pueden posarse y vuelan inquietas en torno. Se descubre, como en algunas variantes del bambú, un centro hecho a partir de las pequeñas enredaderas que crecen enroscadas a la caña que nunca se seca. Alguien avisa que lo vio, que existe en tal o cual colina y que sólo hay que seguir a las aves. Entonces comienza la tala.
Aunque la gutana no ha demostrado un patrón de crecimiento -aún no se ha encontrado ninguna entera- sin disposición clara entre los bambusarios más extensos, la búsqueda desenfrenada de los que se tienen noticia va agotando el medio. Como un vacío sucio y revuelto. que zarpa en cuña o se tumba en círculos, derriba las oblicuas del guadual. Lomas enteras son peladas. Se sube y se continúa por riscos y se desplaza siempre al pájaro que se persigue. Allá donde no se asienta, se espera encontrar el espécimen que nos alivie esta necesidad. Y en el peor de los casos, lo encuentran.

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