Turritopsis nutricula















La historia de la turritopsis comienza en el Caribe y no se acaba nunca. Es la única especie conocida que es inmortal. Es, a la luz de neón, uno de esos animales fantasmales y entristece pensar en la irreflexión en la que se cayó al nombrar como lemures a simpáticos mamíferos cuando a estas medusas le quedarían mucho más ceñidos un nombre que significa 'fantasma', frente al suyo, que quiere equivale a 'cabellera'. Sin contar los filamentos, dibujan un ángel que se eleva o un Fénix que se hunde en las cenizas del mar. Su intención, como el resto de las medusas, es la deriva. Si habitan por todos los mares, se supone, es porque puede sobrevivir en las sentinas o dentro de las aguas almacenadas en los barcos que transitan de un puerto a otro.
Pero esto no las distingue mucho más que su nombre. La turritopsis es el diseño materialista de las promesas religiosas. Como en los misterios clásicos, perder los genitales es dar un paso atrás y así, volver a empezar. Se desprenden de sus atributos de madurez y pueden comenzar la misma vida, sin conciencia de nuestro paso limitado o con un peso parecido a nuestra memoria. La suya cae en el fondo y ser carroña de plankton. En el laboratorio se comporta bastante bien y se ha reencarnado a su infancia cada vez que se le ha obligado y puede volver a hacerlo si se lo propone. Cuando han intentado verificarlo en su ecosistema sólo encuentran medusas jóvenes (pólipos) que no llevan etiqueta o tarjeta identificativa ninguna. Cuando se probado a dotar de señales concretas a alguna medusa los distintos peligros del mar la han devorado rápidamente. O ha caído enferma. O simplemente ha desaparecido.
Pero en el laboratorio ha sido teóricamente inmortal y eso inquieta.

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